martes, 31 de julio de 2007

Fue en un pueblo con mar, otra vez

La de Nerga es una playa al pie del bosque, un lugar donde alcanzan la perfecta simbiosis dunas y eucaliptos, que se dan la mano al son que marcan las pocas ondiñas que espuman la orilla. Es Nerga cala de fina arena y agua cristalina como no la recordaba. Refugiada en el seno de la Ría de Vigo, que le trae la inmensidad del Atlántico en pequeños sorbos para que no se atragante, se ensimisma en la contemplación de las Cíes, baluartes tímidos y dulces que ganan para la tierra la compasión del océano. Entregada al recuerdo de abrazos largamente ansiados y vencida por el sol que se resiste a declinar, resulta más bella que nunca en el preludio de una luna llena que reina en el cielo de los garabatos, de lugares como Nerga, de ayer y hoy, y siempre. Donde el verde y el azul hacen buena pareja.

miércoles, 25 de julio de 2007

Fiestas de guardar

No nos dice en esta ocasión en qué fechas, ni cuántos festejos serán, pero La Mariseca anuncia desde hace unos minutos que habrá toros en La Glorieta. Será en septiembre, cuando Salamanca honra a su patrona, la Virgen de la Vega. Hoy hace lo propio España con el suyo, Santiago el hijo del Zebedeo, hermano de Juan, "el primero de los apóstoles en beber el cáliz del martirio", como reza la liturgia del día. Y no es fiesta en la Nación entera, luego no es fiesta en España. Los calendarios bailan al son de mil circunstancias que han terminado por desterrar el 25 de Julio de la nómina festiva. Ya no se guardan letras rojas para el día del Apóstol del Camino que forjó Europa a la sombra de las estrellas. A mí me sigue oliendo este día al peregrino aquel que descansaba en Santa María, cuando subíamos una tarde a la catequesis. A sudores acumulados que no eran sino perfume de búsqueda, de mirarse hacia adentro y soñar. Debía ser belga, o alemán, o quién sabe. Su barba interminable y sus ojos cansados me impresionaron aquella tarde. Era como Santiago. Como el amigo del Señor. Al menos hoy he visto poner La Mariseca y me ha parecido que era fiesta, que los cohetes y los pasodobles tintaban de sangre el 2 y el 5 por un instante. Que el toro y la bandera rezuman España, pero no se comprenden sin aquella otra estampa de una tarde de primavera, sin aquellos labios resecos, sin aquellos pies destrozados que de pronto esperaban recobrar la salud del cuerpo y la del alma cuando desde el Monte del Gozo aspirasen ya el incienso de la Catedral compostelana, en vísperas de abrazar al Señor Jesús en su amigo el señor Santiago.

lunes, 23 de julio de 2007

Contador de kilómetros

De pequeño me sabía casi de memoria todos y cada uno de los equipos que participaban en el Tour, si la Croix de Fer o el Mont Ventoux se subían o no aquel año, qué puertos precedían al Alpe d´Huez o cuánto tiempo había sacado Indurain a todos los demás en la primera contrarreloj larga. Disfrutaba viendo a los del TVM lanzar el sprint o a los de Kelme atacar de lejos en la etapa reina, a Virenque luchando por el maillot de puntos rojos y a Delgado encandilando a los "periquistas" con sus demarrajes a traición, justo cuando parecía que se iba a descolgar del grupo de los favoritos en plenos Pirineos. Y siendo uno "periquista", lo de Miguel me sonaba a demasiada superioridad, sin fatalismo por ningún lado hasta la debacle de Les Arcs. Todavía recuerdo como si lo viera a Indurain cazando al escapado Rominger en pleno descenso a cien por hora, con la mano izquierda agarrando el manillar y la derecha sujetando el plátano, fundamental para seguir pedaleando entre la niebla. Aún tengo grabada la caída mortal de Casartelli en el Aspet y a sus compañeros de Motorola llegando juntos y en solitario a la meta del día siguiente en Pau. Era 1995. El año de la hazaña de Indurain camino de Lieja. El de su última victoria en París. Ayer domingo volví al sofá de las sobremesas de julio, con la firme intención de reconciliarme con la carrera y con el ciclismo, de olvidar operaciones policiales, procesos judiciales y descalificaciones varias, de apartar palabras como EPO y Eufemiano del libro de ruta y subrayar las letras pintadas sobre el asfalto por la afición que abarrotaba las cunetas a uno y otro lado de las duras rampas de Plateau de Beille, donde Armstrong fue sucedido en el palmarés de vencedores por uno de mi quinta, un "naranjito" madrileño que responde al nombre de Alberto Contador. Subió como los ángeles Contador, con su maillot blanco que le distingue como el joven mejor clasificado, sufriendo al principio y reponiéndose más tarde, cuando a falta de cinco kilómetros y medio para la cima los gritos de su peña le debieron disparar hacia la victoria. La carretera era un clamor de banderas y aplausos con que se premia la fuerza de los primeros y la debilidad de los últimos, con que se reconoce el esfuerzo de todos los esforzados de la ruta. Contador, que tiene un Tour en las piernas, sin duda, me devolvió la ilusión, y me ha vendido el abono de sofá. Él me ha contado, uno a uno, los kilómetros de tantos veranos y yo le he imaginado de amarillo por los Campos Elíseos un verano de estos...

viernes, 20 de julio de 2007

A las aladas almas de las rosas...

... del almendro de nata te requiero. Me requiere. Me llama. Volveré allí mañana después de mucho tiempo. A mi huerto y a mi higuera, a mi nogal de la sombra inmensa y al fresno junto al camino. A los cerros de los tomates y las lechugas frescas embebidos del sol y de la luna; a la tierra santa y buena desbrozada con el corazón y fecunda por los esfuerzos, por los sudores regada y por las ilusiones fértil. La tierra de los mayores reconquistada en vergel a la orilla del Huebra, agua de huertas y dehesas que calma la sed de los toros y de los hombres, que se transverbera en fruta y en espigas, en vino y en pan. Recorreré las veredas deteniéndome en cada árbol, en cada seto, en cada rosal. Sin prisas ahora. Por fin. Que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.

martes, 17 de julio de 2007

Cuaderno de Méjico

Hay tesoros de hojas de cuadrícula anilladas guardados en el arcón inmenso de los recuerdos. Por más que pase el tiempo, siguen vigentes; y cuantos más días transcurren, con más primor se guarda el tesoro, con más cariño se disfruta. Ya hay un verano de por medio desde aquel en que nacieron Los Diecisiete de Guanajuato con su gemelo, el Cuaderno de Méjico. Y parece que fue ayer, que anoche mismo escribí la primera página. Páginas de vuelo transoceánico, de escalas en Estados Unidos, de avenidas eternas de Monterrey y peripecias hospitalarias. Párrafos de travesías nocturnas y huracanes venidos a menos, de gentes de aquí y de allá que pronto estrechamos lazos y anudamos sentires. Fue bonito mientras duró... pero tiene que renacer algún día, en homenaje a la amistad, en justo tributo a aquel verano mejicano de contrastes y kilómetros. Tenemos que abrir y releer el Cuaderno de Méjico, y releernos entonces, y llevar el corazón abierto, lleno de nombres. De los nombres de aquellos días, tan nuestros.

lunes, 16 de julio de 2007

Carmen es nombre de madre

Te he echado de menos hoy, exactamente igual que ayer. Porque Carmen es nombre de madre, y de abuela, que es madre dos veces. Porque, como en casa de nuestra patrona de la Fábrica de Sueños, también en este humilde taller mío el día del Carmen es fiesta de acción de gracias permanente. Y las echo de menos: a la una, la madre, porque hoy no está; a la otra, la abuela, porque se fue hace tiempo. La una se acuesta hoy junto al mar, la otra nos guarda el sueño desde el Cielo, al pie de la Estrella de los mares, como infalible escapulario de recuerdos y días de fiesta. Día de gracias el Carmen, de nombre de madre, de procesión en barcas desafiando al océano pero también en pueblos y ciudades de secano, que no se bañan en agua salada sino llorando, que sueñan la brisa enrocadas en una singladura de encinares y pastos. Día de la Salve Marinera imaginada en aquel acordeón que endulzaba los años de Alemania, de lejanía y castillos en el aire, de porvenires a precio de soledad. Confío en que siempre estaré contigo aunque no estés. Siempre fiesta en este día de hijo y de nieto poniendo velas y apagando nostalgias a marchas forzadas, dando gracias a la madre y a la abuela junto al río, dando besos a la Madre, de los mares Iris de eterna ventura.

martes, 10 de julio de 2007

Más que mil palabras

Dicen que los gallegos no son de mucho hablar, o que cuando lo hacen no es sencillo interpretar con claridad el sentido de sus palabras, pero a un albañil de Orense al que no conocía de nada, por sus balbuceos y su mirada de susto, le entendí perfectamente aquella noche en el telediario, cuando todos ya estábamos al corriente de lo que para él era todavía un enigma. Volvía de la obra y las cámaras y los micrófonos campaban sorprendentemente frente al portal de su casa. Quizá nadie le desveló el misterio pero en verdad todos lo desciframos al verle aparecer, con las llaves de la paz del hogar en sus manos encallecidas después de las horas de paleta y hormigonera, con el corazón casi asomando por la boca. Todos nos sobrecogimos. Era como la certeza de que los llantos y la indignación nos esperaban al cumplirse el terrible plazo de las cuarenta y ocho horas más crueles que recuerdo. Era el silencio elocuente que anticipaba un clamor de silencios. Eran sus manos, por las que vivían él y los suyos, hermanas de nuestras manos blancas del más allá de los disparos a bocajarro. Éramos todos él, y su hijo lo era de todos: el héroe sin madera de héroe, que es la que mejor arde. Que lo que España tenga que decir, si todavía hay algo que hablar una década después, lo diga por la boca del padre de Miguel Ángel. Un héroe del silencio.

domingo, 8 de julio de 2007

Sanctificetur nomen tuum

De espaldas al pueblo y en latín, mientras muchos de los fieles rezaban novenas a los santos con sus devocionarios en las manos, ajenos al Misterio que se estaba haciendo Vida en el Altar. Así es como transcurría la Santa Misa años ha, antes de la reforma litúrgica propiciada por el Concilio Vaticano II, que autorizó la celebración en lengua vernácula y redefinió lugares y momentos para una mayor eficacia evangelizadora de la Eucaristía, que complementase su carácter sacrificial. Ni Pablo VI ni sus sucesores jamás prohibieron el ritual, tan romano como el vigente, del Beato Juan XXIII, heredero directo del promulgado por San Pío V tras el Concilio de Trento, pero dejaban la decisión de permitir su desarrollo al criterio de los obispos diocesanos. Ayer mismo, mediante motu proprio, Benedicto XVI respaldó este antiguo misal como rito extraordinario, dejando el de Pablo VI como ordinario pero privando a los obispos de la última palabra, que la tendrá la Santa Sede. Ruega que a los fieles que lo pidan se les asista celebrando en latín y según la vieja observancia, dicen algunos que en intento de arrinconar definitivamente a los cismáticos de Lefebvre, que se excusan en la cuestión litúrgica pero realmente reniegan de todo el magisterio conciliar. Otros encuentran explicación en la pujanza de los partidarios de este rito en muchas Iglesias particulares, algo que no ocurre en España. Se me plantean muchas dudas. ¿Los "tridentinos" en verdad entienden que está más a la altura del Santo Sacrificio el uso del latín o es un posicionamiento de tendencia doctrinal dentro de la Iglesia, a lo "lefebvriano"? ¿Saben latín o es sólo nostalgia de los tiempos de cristiandad? ¿Serán capaces de llevar a cabo la imprescindible tarea previa de formación litúrgica y hasta idiomática? Sigo dudando... o más bien lo tengo claro. Claro que apuesto por la lengua vernácula, por una participación activa y consciente de quienes nos reunimos en la Eucaristía, sin tener que pasar las páginas de un librito sino con los ojos fijos en el Altar, en el Ambón y en la Sede: en Cristo Sacerdote, Profeta y Rey, como todos los bautizados. Creo en la multitud de lenguas de Pentecostés, cuando al contrario que en Babel todos se entendían por la Gracia del Espíritu. Y abogo además por rescatar el latín para ciertos momentos, como el Gloria o el Padre Nuestro en las solemnidades, símbolo de universalidad y de excepcionalidad. El sacerdote, figura de Cristo, mirando a la asamblea congregada como haría Él, que a todos nos habla en una lengua perfectamente inteligible y nos llama por nuestro nombre.

viernes, 6 de julio de 2007

Nos guíe en el encierro

"La Feria del Toro". Así es como se titula la semana de festejos con que la vieja Pamplona rinde honores a San Fermín, obispo y mártir, pero no su patrón, que lo es San Saturnino de Tolosa (Wikipedia se hace un lío y los toma por la misma persona, pero otras fuentes, relacionándolos, saben diferenciarlos, pues la fe de Fermín es deudora de la predicación de Saturnino). El caso es que Navarra honra justamente a sus santos varones pero estos días es el toro el protagonista. Se impone la tauromaquia en su versión más popular, la de los mozos corriendo delante de las reses sin más armas que la velocidad para poner tierra de por medio con los astados y la pericia para escapar a las montoneras, tantas veces provocadas por esos mocetones neozelandeses o tejanos recién llegados de dormir la mona en el Parque del Castillo, en el mejor de los casos. Y junto a ambas, la bendición del santo como segura guía. Corren los mozos con su pañuelico rojo martirio al cuello, con el brío del vinillo haciendo estragos en las venas y la motivación del público femenino llenando los balcones de las calles de los Mercaderes y de la Estafeta. Corren los cebadagagos, los miuras y los torrestrellas, los cuadris y los juampedros, ciegos de libertad y raudos como estrellas fugaces desde los corrales hasta la plaza, hacia el redondel del combate último para el que nacieron. Para su gloria del redondel que exige la muerte, como todas las glorias que en el mundo han sido. También para ellos alarga San Fermín su capote en un quite por navarras. Por ellos amanezco en julio con el chupinazo certero de la Cuesta de Santo Domingo, cuando es la hora de la verdad: las ocho de la mañana en todos los relojes.

jueves, 5 de julio de 2007

Flanagan Revival

Recuerdo nítidamente cómo aquella novela, recomendada por la profesora de Lengua en no sé qué curso de eso de la E. S. O., la compré una mañana de otoño en una librería de viejo que había en la calle Arapiles, mucho antes de incorporar estos pagos a mis andanzas diarias. No imaginaba que al llevarme "No pidas sardina fuera de temporada" estaba dando la bienvenida a un amigo que me acompañaría durante toda la adolescencia y más allá. Me refiero a Juan Anguera, es decir, a Flanagan, porque así se llaman todos los detectives. Tras disfrutar aquellos maravillosos años con héroes británicos (Los Cinco) y franceses (Asterix, El pequeño Nicolás), todos ellos alejados de la ciencia ficción y de la fantasía predominantes, por fin un héroe nacional, el bueno de Flanagan, también de carne y hueso, tan de andar por casa aunque sea más bien criatura de calle. Porque el extrarradio de Barcelona es su hábitat y la intrepidez, su cara y su cruz al tirar al aire la moneda de los casos por resolver. Nunca le atribuí mi edad, le hacía más mayor, quizá por mantener las distancias con sus episodios a vida o muerte, demasiado peligrosos cuando se lee en la placidez de las sábanas invernales o las terrazas estivales. Nunca me vi surcando con él avenidas de gran ciudad en plenas pesquisas, ni apostado en actitud de espía, ni siquiera entrando en el bar de sus padres o en el patio de su instituto, pero le tomé por amigo íntimo, incluso con la licencia de enamorarme de sus novias (¡vuelve, Clara Longo!). Y le admiré en su ingenio y su descaro a partes iguales. ¿Verdad que vamos a quedar con él este verano, David? No hay más remedio, porque de vez en cuando vuelve por donde solía, por sus fueros de héroe juvenil, el Flanagan que llevamos dentro.

martes, 3 de julio de 2007

Dubito ergo credo (Diálogo)


Adéntrate, Tomás, en mi costado
y sacia allí la sed de tus razones,
y cuenta con tus dedos tantos dones
que el Padre hoy en ti ha derramado.

¡Señor mío y Dios mío!, yo he dudado
y mi premio es la fe, Tú lo dispones.
Tú vuelves hacia Ti los corazones,
¿quién soy para mirar hacia otro lado?

Eres libre, y así es como te quiero,
que, ansioso de respuestas, me las pidas
y, seguro de mi amor, seas sincero.

Seguro estoy en Ti, nunca me olvidas.
Soy libre cuando soy tu prisionero.
No ansío otra verdad que tus heridas.

lunes, 2 de julio de 2007

Algo más que un gol

Estadio de Maracaná, en Río de Janeiro, el 2 de julio de 1950. España gana a Inglaterra por 1-0, gol de Zarra. "Fue en el Mundial del 50. España acosaba a Inglaterra, que sólo atinaba a tirar a puerta de lejos. El puntero Gaínza devoró la cancha por la izquierda, se voló a media defensa y cruzó la pelota hacia la valla inglesa. El zaguero Ramsey alcanzó a tocarla, de espaldas, a contrapierna, cuando arremetió Zarra y metió la pelota contra el poste izquierdo. Telmo Zarra, goleador de España en seis campeonatos, heredero del torero Manolete en la pasión popular, jugaba con tres piernas. La tercera pierna era su cabeza fulminante. Fueron testarazos sus goles más famosos. Zarra no hizo de cabeza este gol de la victoria, pero lo gritó apretando entre las manos la medallita de la Inmaculada que le colgaba del pecho" (de "El fútbol a sol y sombra", de Eduardo Galeano). Habíamos vencido a la Pérfida Albión. Eran otros tiempos y otros goles. ¡Qué largos se me hacen los veranos impares!

domingo, 1 de julio de 2007

La noche de la luna grande

Hay una noche en el verano en que la luna parece más grande a nuestros ojos de lo que en verdad es. Tan blanca y tan redonda como todas las noches de luna llena, pero más grande. Se agiganta en nuestro misterioso cerebro en base a razonamientos que a estas alturas de la madrugada no estoy en condiciones de explicar con mucho acierto (el efecto Ponzo y todo eso). El caso es que en la noche de la "ilusión de luna" la hemos contemplado juntos, y la hemos visto azul como pocas noches. E ilusionados hemos vuelto a irnos por las ramas, a probar la especialidad de cada casa mientras no terminábamos por dar con la nuestra, a caminar hasta el expolio y más allá pacificando las batallas del abuelo y del nieto, a soñar vergeles perdidos a prueba de carbono-14, a contar cátedras y cantar letanías, a viajar a lomos de las piedras hasta caer extenuados... e incluso hemos confirmado que a orillas del mar se veía esta noche la misma luna. Porque hemos vuelto a alunizar sin red, sin trampa ni cartón, suspendidos en el alambre de la locura de quienes miran a la luna con la misma ilusión todas las noches. Porque todas las noches la vemos igual de grande. La luna nuestra de cada noche, ¿verdad, cuarteto? ¡Frikis del mundo, uníos!