martes, 30 de septiembre de 2008

¿La voluntad inequívoca de querer morir?

http://www.elpais.com/articulo/opinion/voluntad/inequivoca/querer/morir/elpepuopi/20080930elpepiopi_13/Tes

Cuando planeo venir a Salamanca después de la guardia en Urgencias suelo hacer tiempo reponiendo fuerzas en la cafetería del hospital, comentando la jugada con algún compañero, o en la de la estación de autobuses, como hoy, desayunándome con la prensa del día. Sobre la barra, "El País", que explica pormenorizadamente el rechazo a la propuesta de Bush para afrontar la crisis y ofrece en portada el saludo de adhesión filial del presidente del Poder Judicial (que nombra el poder legislativo, en un alarde de separación de poderes) al Cardenal-Arzobispo de Madrid. Avanzando en el hojeo mientras vaciaba de café la taza, un artículo a toda plana, en página impar, cuyo título me atrevo a cuestionar con signos de interrogación y cuya lectura recomiendo, y facilito a través del enlace que encabeza la entrada.

Después de una intensa guardia de lunes en las Urgencias del hospital se ha hecho acopio de alguna que otra clave científica y bastantes enseñanzas del trato con la persona y del comportamiento humano. Pasa en todas las guardias y consultas, que el alma y la mente del paciente revelan más que el cuerpo, y que las vas conociendo mejor, pero como son tan insondables aún resta tanto para no perderse en ellas que el cuerpo y sus mecanismos, sin serlo, resultan hasta abarcables. Traes para casa bastantes satisfacciones y alguna decepción, que procuras ubicar en su justo lugar entre la rabia y la serenidad. Te planteas preguntas, te asaltan dudas, recurres a los principios y estableces alguna conclusión con aplicaciones prácticas para obrar mejor la próxima vez. En ocasiones, como ayer, tienes noticia directa y cercana de terribles sucesos que nacen de la desesperación o del relativismo moral, enfermedades que asolan a la sociedad de nuestros días hasta banalizar el don de la vida y acabar cruelmente con ella. Con una vida naciente, y con otra regalada con la Gracia de ser fuente de otras.

O con una vida crepuscular, quizá sufriente, pero no por ello indigna sino todo lo contrario: ejemplar. En junio y enero del año pasado ya me expresé sobre la eutanasia, y esta mañana, al reponer fuerzas después de la guardia, los compañeros Montes y Soler me han afianzado en mis posturas, que pueden ser equivocadas, como también las voluntades confundidas por el miedo al dolor o por el sentimiento de carga social o familiar que tantos enfermos y ancianos soportan. Querer morir es respetable, pero que dos médicos lo describan como voluntad inequívoca que respaldar legalmente ofreciéndose como mediadores necesarios me inquieta. Médicos que entendemos la vida como don del Altísimo, médicos ateos o agnósticos, veníamos conviniendo en el escrupuloso respeto a la vida humana hasta su fin natural, en rechazar medidas desproporcionadas para mantenerla artificialmente y en confortar al enfermo para que tuviera una verdadera eutanasia, buena muerte. Leer a Montes y Soler me descorazona y me preocupa, pero aún más me motiva a perseverar en el aprendizaje con la vista fijada en la pintura de Picasso, espejo fiel de tantos momentos: Ciencia y Caridad.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Besar la Cruz

Me parece que han pasado siglos desde que salí del hospital, entrada la mañana del sábado, y poco me falta para volver a las Urgencias del Virgen de la Concha, que se me acumulan las guardias antes de tomar las vacaciones el viernes próximo. Siglos me parecen porque han ocurrido muchas cosas (la última, la fiesta del Helmántico, pues la Unión encabeza la tabla de Segunda: tenía que decirlo). Vuelvo al sábado. Un desayuno raudo y una ducha veloz para plantarme como nuevo (o casi) en el Colegio Universitario, donde asistí a las últimas ponencias del IVº Congreso Internacional de la Vera Cruz y, aunque se trataba de una cita más académica, empecé a reencontrarme con las sensaciones de hace siete otoños en Ponferrada o de hace cinco en Pontevedra, reuniones de cofrades que dialogamos, compartimos, proponenemos, exhibimos, presumimos, lamentamos, y terminamos por concluir siempre que nos gusta mucho la Semana Santa y que nunca acabamos de lograr llevarnos bien todos los que en ella y por ella nos encontramos. La historia de siempre. Nihil novum sub sole. El Congreso declinaba y se transformaba en Peregrinación cuando llegaba a Zamora el Lignum Crucis de Santo Toribio de Liébana, reliquia de las montañas y de los siglos, de los besos eternos y las plenarias indulgencias, acogida con gran solemnidad en el precioso templo donde se custodian los restos de los santos Atilano e Ildefonso. De las Vísperas allí al concierto de Alollano en la Catedral, y de la seo a buscar y hallar el descanso del "guerrero cofrade", que esto de peregrinar es agotador, ¿verdad, Alberto? Todavía quedaba el domingo, que vistió de rojo y morado los pies del Calvario, y bajo palio brilló el Árbol de la Vida por las rúas zamoranas, serpenteando sus ramas en forma de banderas que desde el Norte y el Sur habían acudido a su llamada. Vexilla Regis prodeunt: fulget crucis mysterium qua vita mortem pertulit, et morte vita protulit. Y el Rey nos hizo sitio en la Mesa del Pan y la Palabra, para que besando la Cruz le besáramos a Él esta mañana en Zamora.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Equinoccio

Nos dijimos adiós: "Ojalá que volvamos a vernos". El verano acabó, el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno...

Tiempo de vendimiar y de emprender colecciones por fascículos, mientras los diferentes veranillos se suceden fugaces y no se sabe si refresca o es ya el frío, si sacar el paraguas o insistir con la manga corta. Tiempo de partir de cero, o de cero con algunos decimales, y proponerse recomendables rutinas para dar sentido a la monotonía, que en cierto modo se ha echado de menos, y no conviene que pronto se eche de más.

Así, el otoño, el crepúsculo más temprano, tan hermoso como siempre, y la noche menos anhelada, pero no menos hermosa. Así, el otoño, cuando la luna gana metros de cielo y minutos de reinado, y es momento de contar el verano con unos sorbos de nostalgia para seguirnos calentando con sus rescoldos. Entonces miro a Santoña, otra vez escenario de la cobardía de unos cuantos desgraciados, que sólo miran al ombligo de sus delirantes fronteras, como en aquel agosto de guerra entre hermanos. Miro a ese puerto de mar y a todos los pueblos con mar o sin él, pueblos de amores de verano que hoy se ponen tristes, y en Santoña se ahonda la tristeza, y cuanto más miro, más triste me parece lo que veo. Más absurdo, más injusto, más cruel.

Otro lunes al sol para colmar el estío, recapitulando experiencias, afianzando primeros pasos y ahuecando segundos y terceros cajones. Otro lunes para pasear calles que luego enseñar mejor, para conocer versiones de la revuelta Pasión que nos reúne en pleno y nos tiene en vilo, para festejar el eco de unas palabras inolvidables y escuchar otras nuevas que me saben a las uvas maduras de siempre. Y a tu pueblo el azar, otra vez, el verano siguiente...

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Carlos

Era mi fotografía favorita en la habitación de Salamanca y ahora luce en lugar escogido del salón de Zamora. Hablo de una estampa del año 86 u 87, en la que dos niños de pueblo posábamos encaramados sobre un rinoceronte robado al granito, a fuerza de ingenio, sobre una peña. Cabellos al viento, jerseys de rayas hilados por la abuela seguramente, pantalones de vivos colores, como los de nuestros rostros, avivados por el invierno de La Raya de Portugal. A falta de escáner con que traer la imagen que describo, recurro a la hemeroteca de la red para retratar a Carlos, y lo muestro en su salsa: allá va con el balón en los pies, y ninguno lo podrá detener, el estadio vibra con la emoción... Y no es que le haya fichado para jugar por banda derecha el Bate Borisov (que esta noche, obviamente, es mi equipo), pues ya se ha pasado a los banquillos para entrenar a sus infantiles, sino que Carlos hoy nos ha dado una alegría: se ha licenciado y ya tenemos otro médico en la familia. Parece ayer cuando le acompañé a la Facultad, mi Facultad, para que desde entonces fuera nuestra y él, el hermano de Tomás, y yo, el hermano de Charlie. Como cuando mamá nos vestía igual, y hasta nos expusieron, espalda con espalda, con nuestras camisas verdes y blancas. Como cuando venía a buscarme a la escuela que todavía no le esperaba. Como en sus primeras clases con Sor Patro y mis primeras con Sor Luisa. Como en tantas y tantas horas compartidas, partidos de fútbol por colleras y procesiones sentidas muy cerca, aunque el pequeño sea el alto y nos abracemos al banzo a distinta altura. El mismo banzo, la misma sangre, la misma alegría suya, mía y nuestra. Hermano, colega, bienvenido a la profesión más hermosa. Disfrútala como yo disfruto contigo.

martes, 16 de septiembre de 2008

Sol y moscas

No había entrado en La Glorieta desde el 15 de enero de 2001, cuando la afición honró al llorado Julio Robles con la fúnebre vuelta al que fue su ruedo. Ayer volví a la Plaza de Toros de Salamanca, para presenciar mi primera corrida, y creo que no será la última. Muchas había seguido por televisión, también a los animales en el campo y algún festejo popular, y no pocas horas de lectura he dedicado a ganaderías y maestros, pero nunca me animé hasta ahora a disfrutar de una tarde de toros. Ayer sí: mi "asesora artística", vecina de localidad, me puso la muleta y embestí. Ayer la primera, ya tocaba, y no faltaron a mi estreno el sol y las moscas, invitados no imprescindibles pero deseables. No faltó el bullicio pero eché de menos más silencios. No faltó el pasodoble de Nerva pero eché de menos más faenas dignas de que se tocase la música. No faltó un hermoso quite por gaoneras pero eché de menos más rivalidad entre toreros y más toreo de capa. No faltó Perera, valiente aunque algo atropellado, pero a Aparicio no se le vio, ni por casualidad, en las proximidades de los astados que le tocó lidiar (ni tan cerca... ni tan lejos), y Morante... mejor me remito a la cana en el alma del 9 de enero, que ayer tampoco fue su tarde. No faltó la Fiesta a su cita de cada septiembre en La Glorieta y este año quise estar, quizá porque aquella postrera vuelta al ruedo de lágrimas y homenaje me vino al recuerdo hace escasas fechas, cuando en la tumba de Robles alguien quiso atacar a la Fiesta. Por afición y por desagravio tenía que estar. Volveré.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Enseñar las ciudades

Aunque hay fines de semana que nunca resultan suficientemente largos por mucho que se prolonguen con deliciosos lunes al sol, y se sucedan las citas de obligación y/o devoción que pueblan la agenda, siempre hay tiempo para enseñar Salamanca. Apenas una aproximación, un corto paseo, un aperitivo, ha sido esta mañana con las santanderinas Paloma y Raquel, que recordaban entre brumas un viaje en la infancia a Salamanca. Enseñarla es placer del que disfrutamos como de pocos placeres los salmantinos, a medio camino entre la justificada presunción y la naturalidad con que deambulamos por las calles/pasillos hasta desembocar en la Plaza Mayor/sala de estar. La capilla dorada en vísperas de su día grande, los amplios templos de toda época, los patios para mirar y los claustros para callar, la frondosidad del amor trágico y la rudeza del humor pícaro, las escuelas quietas y los escolares en ebullición, la ciudad en ferias que se viste para que la desnudemos, como Paloma y yo nos hemos propuesto aprender a hacer con la Zamora que nos acoge desde este verano. Pocos placeres a la altura de mostrar lo que se conoce y se ama.

martes, 9 de septiembre de 2008

Perdí el juicio

¡Toma título equívoco de redactor imparcial cual magistrado o jurista del CGPJ! Porque no miento del todo si digo que perdí el juicio, pero debo aclarar que me refiero a todo aquél contenido en el tercer molar de la arcada dentaria inferior en su flanco izquierdo, o sea la cuarta parte del juicio que me pueden insuflar por esta vía. Porque quizá juicio aporten algo, ya que, según parece, son vestigios evolutivos que, con los maxilares reducidos de tamaño y nuestra alimentación más elaborada que la de los antecesores, ya no son necesarios. Sobreviviré con las dos "muelas del juicio" derechas, porque la superior izquierda ni está ni se la espera, como a Armada en La Zarzuela el 23-F. De pequeño, cuando las campañas de salud bucodental en Carrión, cantábamos aquello de "Amigos para siempre, los dientes de marfil, yo les cuido y ellos me cuidan bien a mí...". A la muela prófuga, recién llegada, la cuidé, pero debe ser que no se encontraba a gusto, así que mejor ha sido procurarnos un divorcio express: no me dio tiempo a quererla, incompatibilidad de caracteres. Y no es que se hiciese hueco a lo bruto, como esos que se ponen a la cola y consiguen acortarla a fuerza de empujones, pero la muy infeliz tenía tentativas suicidas y ya coqueteaba con las caries de mala manera. Bien dice la sabiduría popular, para calibrar el padecimiento, que esto o aquello es "peor que un dolor de muelas". Así que Manolo ha dicho que mejor la desterrábamos y ha sido visto y no visto: anestesia, fórceps, hemostasia, y a dormir con dos almohadas tras una noche de guardia, de tormenta y de vigilia permanente. El caso es que, menoscabado en mi juicio, todavía recuerdo la contraseña de acceso al blog para contar la peripecia y tranquilizaros si tenéis que vivir trance similar, pues me he puesto a buscar en la red testimonios post-extracción y a la gente se la nota realmente afectada. Con lo cual, me sentía obligado a desdramatizar: la de este juicio es pérdida asumible. Basta atenerse a la máxima de "no abrir la boca si no es presencia de mi dentista".

viernes, 5 de septiembre de 2008

Primera de feria

Pero, no creo que se atente contra la costumbre si se conversa en terraza callejera, al arrullo de palomas y chiquillos, viendo pasar a unos y otros mientras pensamos qué será lo próximo que digamos. Creía bien Félix en su "Tertulia", me parece, y hasta profetizaba ya en el lejano junio estas horas cercanas de la Plaza de los Ciento. Cigüeñas por palomas. Pedaleos por chiquillos. Terraza, silencios y palabras cuando el otoño se intuye en los paraguas y la manga larga, y el verano es sólo el punto de partida de la agradable conversación. De los adentros recónditos a las afueras diáfanas, el eco de quien murió sin haber cumplido su deseo de encontrar esa tertulia donde hallarse y deleitarse. De los cuernos y las talanqueras a los cirios y los caperuces, al rastreo de las bitácoras y los párrafos deliciosos para dar vida a las horas muertas. De Salamanca a Zamora y viceversa, y las tardías campanadas de las ocho, cuando la Concha escucha la Salve en San Vicente y el patio de la casa parece todavía más particular. De leernos cada día a escucharnos de vez en cuando, nunca saciados de lectura, siempre sedientos de tertulia y de café, poniendo la conspiración en marcha y dejando la costumbre a salvo. Sólo ha sido el principio. ¡Lo que hubiera disfrutado esta tarde el íntimo amigo!

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Amnistía, que no amnesia

La noticia, limpia del cortejo de opiniones encontradas que ha suscitado, es que un juez de la Audiencia Nacional ha pedido a múltiples instituciones (ayuntamientos, universidades, la Iglesia...) que le proporcionen el nombre de personas desaparecidas durante la Guerra (in)Civil y años posteriores, dentro de la represión política que se produjo. Pretende, al parecer, elaborar un censo de los que permanecen en paradero desconocido, la inmensa mayoría muertos que descansan en fosas comunes (no creo que esto impida su descanso). La tarea se supone ardua e inabarcable tantas décadas después, y quizá más propia de un equipo de historiadores y archiveros que de un magistrado y sus colaboradores. Se desconoce qué tipo de sumario o causa podrá instruir una vez reunida la cuantiosa información solicitada, porque uno lee el artículo primero de la Ley de Amnistía de 1977 y no hay lugar para la duda en lo que el Rey sanciona tras ser aprobado por las Cortes: "Quedan amnistiados todos los actos de intencionalidad política, cualquiera que fuese su resultado, tipificados como delitos y faltas realizados con anterioridad al día quince de diciembre de mil novecientos setenta y seis". El resultado fue en muchos casos la muerte de las personas. La intencionalidad, en apariencia política. Si el juez logra demostrar que alguna de esas "desapariciones" obedeció a otra intencionalidad (revanchismos familiares, venganzas, usurpaciones...), encuentra al culpable y lo juzga, habrá cumplido con la ley si es que esos delitos no prescriben, porque pasados casi setenta años... Si, por el contrario, dedica esfuerzos ingentes y desatiende asuntos urgentes para completar una inmensa lista de delitos amnistiados, fuera de su alcance, es como para pensar que este juez no busca sino una notoriedad que no viene a cuento. No sé si la ley del 77 hizo justicia a las víctimas, pero sí que este proceso no parece capaz de juzgar a los verdugos. Me parece admirable que quien lo desee busque en las fosas comunes los restos de sus antepasados, los encuentre y dé sepultura cristiana o la que estime oportuna, pero la mejor manera de honrar su memoria es que España mire al futuro, aprecie el valor de sus vidas y rehuya el duelo fraticida que a algunos parece seguir resultando demasiado tentador y a mí, de vez en cuando, me asusta. No hablo de olvido, sino de perdón.

lunes, 1 de septiembre de 2008

El nombre de los huracanes

Se deduce de esta noticia ya antigua de El Mundo que Gustav es el séptimo huracán/tormenta del año, después de Arthur, Bertha, Cristobal, Dolly, Edouard y Fay. Ojalá no le sucedan Hanna (tarde, porque era tormenta y ya se ha convertido en huracán), Iko, Josephine... Son los nombres de los huracanes, que en la meseta del Duero nos resultan tan remotos y en el Caribe son el desgraciado pan suyo de cada año. Aquel verano de 2005 me presentaron a Emily en Méjico. La televisión presagiaba con sus aparatosos reportajes tragedia equiparable a la provocada por el huracán Gilberto en 1988, pero Emily, tras azotar con fuerza Yucatán y Tamaulipas, llegó a Monterrey el 20 de julio desvanecido en tormenta tropical, lo cual nos "decepcionó" y tranquilizó a partes iguales. Nos recomendaron permanecer en el hotel y esto fue el nacimiento de aquella compañía de viajeros llamada Los Diecisiete de Guanajuato: unos divertidos juegos de cartas, una escasa comida, unos planes por definir, unos vídeos desternillantes... y por la noche desafiamos a Emily, que ya sólo era un calabobos al uso y nos fuimos a cenar al restaurante más próximo, mientras los bomberos se afanaban en el rescate de lo que el tornado venido a menos había arrastrado hacia el seco cauce del río Santa Catarina. Un par de días después volvimos al hospital, castigado por no mucho más que alguna gotera. Brillaba con fuerza el sol en la capital de Nuevo León y siguió brillando durante el mes siguiente, maravilloso mes aquel que construimos del 15 de julio al 15 de agosto del 2005. Unas semanas más tarde ya habían hecho de las suyas otros cinco huracanes en el mundo, y el sexto, Katrina, aniquiló Nueva Orleans. Lo vi por la televisión, desde la meseta del Duero, y agradecí la "decepción" del Emily, y cómo los regiomontanos habían/habíamos sido más afortunados que la gente de la Luisiana. A Dios gracias, Gustav está siendo más benigno con ellos. Tras la tempestad, la calma.